María aboga por la reconciliación - Noticias | Diario ADN
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María aboga por la reconciliación

Ella hace parte del 'Modelo de reintegración comunitaria'.

10 de diciembre de 2018 Por: James Estiven Alzate Especial para ADN

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James Alzate /adn

María Josefa Brand Asprilla se pasea de un lado a otro por las calles de la localidad de Usme, en Bogotá. Utiliza bastón por una tromboflebitis profunda que le dio hace tres meses en la pierna derecha.
También, carga cuatro inhaladores para cuando siente que el aire se le va. Con 59 años, les sonríe a todos y no le niega una conversación a nadie.


Ella hace parte del ‘Modelo de reintegración comunitaria’ de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización.
En este proceso, además de reconocerse como víctima del conflicto, ha fortalecido su participación social y desarrollado actividades en torno a la reintegración de excombatienes.
Al cumplir su primer año de vida se convirtió en desplazada. Junto a su madre, Isolina Asprilla, huyó del municipio de Nóvita (Chocó) por causa de grupos armados. Llegaron a Quibdó.


A sus 17 años, María Josefa decidió ir a Bogotá tras su sueño de estudiar y trabajar. Una familiar le ayudaría en ese propósito; sin embargo, al llegar a la ciudad se encontró con otro panorama que le impidieron cumplir su sueño. Incluso, fue víctima de un intento de abuso sexual.
Entonces optó por seguir buscando oportunidades. Se encontró con una familia canadiense que la contrató como empleada interna. Allí, mientras limpiaba y cocinaba, hizo un curso de modistería.


Sin ser bachiller, pasó de las tareas del hogar a un taller de confecciones en el barrio La Esmeralda, donde conoció a Franklin Antonio Benítez, el papá de sus dos hijos. Él la dejó cuando quedó en embarazo de su segunda hija, Johana Paola; ya su hijo mayor, Wilkinson, tenía 3 años.
Para la época ella, con 35, trabajaba en un asadero de pollos y al ver que lo único que le quedaba en Bogotá era desesperanza, intentó regresar a Quibdó para estar cerca de sus ocho hermanos y darles otro estilo de vida a sus dos niños.


Pero el regreso solo fueron especulaciones. Al ver la situación de orden público que vivía la zona, decidió quedarse en Bogotá en el mismo barrio y en la misma casa donde hace cinco años se suicidó su hijo.
“En mi vida he tenido alegrías y tristezas, más tristezas que alegrías, pero gracias a Dios y a las personas que me rodean he podido superar todas mis dificultades”, dice María Josefa mientras se ríe y se le remarcan algunas cicatrices producto de una quemadura que sufrió cuando trabajaba en el asadero.


Y agrega: “A mí me pensionaron por incapacidad médica, sufrí cáncer tanto en el seno derecho como en el izquierdo y el tratamiento hizo que el organismo perdiera sus defensas y me dieran otras enfermedades”.
A pesar de los tantos tropiezos que ha tenido, su gran felicidad son sus dos nietos, los hijos de Johana. Son una niña y un niño que la hacen sonreír. Sobre él dice que es un joven inquieto y apasionado, y sobre ella, que es “una negra acuerpada y tradicional”.


María Josefa terminó el bachillerato hace cinco años en el Colegio Almirante Padilla, allí conoció el programa del cual ahora hace parte y al que no deja de ir porque sufre de depresión y ansiedad y los médicos le han recomendado permanecer ocupada.
El programa también la ha confrontado consigo misma y sus fantasmas. “He aprendido a perdonar, a expresar cada cosa que siento. Ya perdoné a todas las personas que me hicieron algún tipo de daño. Ahora solo me falta perdonar a mi hija porque la amo, pero le tengo miedo”, dice María Josefa.


El jueves 6 de diciembre se encontraron madre e hija en la exhumación del cuerpo de Wilkinson Benítez Brand. María Josefa, después de verse con ella y hablar sobre lo que siente, espera seguir adelante liberándose de cargas y ayudando a otras personas a superar conflictos. 

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