04 de septiembre de 2018 Por: Gabriel Jaime Rico @RIGOGabriel gabrieljaimerico@gmail.com *PHD en Relaciones Internacionales
ARCHIVO PARTICULAR
Desde hace poco más de una semana, mientras regresaba del Amazonas a Bogotá en el avión de Satena (a la que agradezco que a ciertos destinos sea la única aerolínea que va), pensaba en el universo de oportunidades que existen en nuestros bosques y que lastimosamente no nos imaginamos.
La vida se nos volvió rutina, sin darnos cuenta vegetamos en medio de la contaminación; apenas estamos empezando a entender que hay que facilitar la circunstancia de hacer un alto en el camino para pensar en cómo contribuir más con nuestro entorno viviendo mejor, contaminando menos, divirtiéndonos más en el ambiente natural que ocupamos.
Viviendo la experiencia de la selva en esos días pensaba que por las preocupaciones del día a día no vemos lo valioso de nuestros bosques y el inestimable aporte para la vida del mundo. El Amazonas está habitado por más de 250 mil personas, comunidades indígenas, afro o colonos que esperan mucho de los que vivimos en el interior del país. Ellos viven en el pulmón del mundo, sin aprovechar, en ocasiones, responsablemente las oportunidades del bosque. El 20 por ciento del oxígeno del planeta se genera en esa zona y se debe modelar un programa de desarrollo económico que les permita a estas personas vivir del bosque sin destruirlo.
Seguiremos viviendo peor cada día si no hacemos algo por darnos un minuto para pensar cómo podemos vivir mejor.
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